domingo, 22 de septiembre de 2013

La Traición

Acusado de traicionar a tu hermano convirtiéndolo en tu peor enemigo, vagarás perdido en el silencio de la mentira. Tu traición nadie la perdona, ni siquiera tu mismo, por eso aceptas y te resignas frente a tu miserable destino. Ni cerrando los ojos puedes quitar la imagen de tu mente, ni en silencio enmudeces tu pensamiento pues tu traición apocó tu razonamiento y estás lerdo y sin sentido.

Nunca acabará tu tortura y eso es lo mejor, tu martirio será eterno, pues cuando mueras todos te recordarán por traidor y serás el primer muerto malo, la gente deseará que los gusanos acaben con tu cuerpo y todo el mundo te pondrá al nivel del Iscariote. Tu solo nombre generará repugnancia y serás maldito pues tu hermano será enaltecido. Y mientras mas venerado sea tu hermano, mas repudiado serás tú y tu nombre.

Lástima que la muerte te llegue de golpe, que tu condena haya sido desaparecer súbitamente y que tal castigo no deje satisfecho el sentimiento de venganza. Sinceramente, la tortura hubiese calzado mejor frente a esta situación, el sufrimiento lento, al compás de los gritos de dolor, acompañado de lágrimas que dudosamente serían de arrepentimiento pero que aquietarían el torrente de almas vengativas.

No vale la pena relatar tu traición pero ni creas que pasará al olvido, de boca en boca pasará el odio, de oreja a oreja todos escucharán tu pérfida historia y te jusgarán con tal dureza que nadie será capaz de mostrar compasión.

Finalmente, confieso que te odio y siempre te odié, incluso mucho antes del acto repulsivo con el cual me sentí complacido pues serviría para justificar mi odio. Hoy te sigo odiando y aunque hayas muerto nunca seré indiferente a tu historia pues eres totalmente detestable.




lunes, 9 de septiembre de 2013

El Secreto de la vida

Se escucha una voz que susurra al oído un mensaje indescifrable, al parecer encriptado en un idioma extinto, un lenguaje suave, lleno de vocales y poco nutrido de consonantes. Llega al oído como la duda temblorosa que huye de la desolación. Una duda que exalta aun mas el tormento del pueblo, que conmina a los sacerdotes a ofrecer mas sacrificios y que alimenta el miedo en los creyentes que son consumidos por la intriga sobre el futuro que aun es incierto.

La gente corre y lleva el mensaje de oreja a oreja y cada vez se vuelve mas indescifrable pero va tomando palabras del idioma del pueblo. Alborotados, todos, caminan pensando -qué será el futuro- navegan en sus pensamientos teniendo como barco el extraño mensaje que ahora es un rumor cercano, un rumor que ya todos han oído y que reparten una y otra vez con aquel que está mas cerca y dispuesto a escuchar nuevas noticias sobre aquel lejano susurro oído nadie sabe donde.

Los religiosos exageran mas, sus gestos preocupan hasta al mas incrédulo, rezan, y voltean los ojos para no ofender ni desobedecer el mensaje que ahora es divino, entregado por los dioses en su lenguaje y transformado por ellos, interpretado por los sacerdotes, hombres elegidos por una misteriosa fuerza no se sabe si interna o externa, pero ellos son los designados para interpretar a dios y sus mensajes.

A un lado y alejado de cualquier contacto con el designio divino, camina el despreocupado, feliz pues es un día caluroso y la brisa rosa sus mejillas. Come una jugosa manzana y disfruta el sabor de su propio trabajo ya que acaba de cosechar lo que con tanto esfuerzo sembró, venció a la lluvia que casi arruina su siembra, al calor que casi ahoga sus plantas y al frío que casi quema los frutos. Ante todo esto el sabio despreocupado sabía que es natural esforzarse ante las adversidades pues así los frutos serán mas sabrosos.

La mayoría siempre perderá el tiempo prestándose atención a cosas ajenas a su realidad tratando de hacerlas parte de su vida para encontrarle un sentido, encontrar cosas que inconscientemente se temen para vivir pegados y tener un límite en sus propios actos, resignarse a las reglas impuestas de manera arbitraria y razonar las cosas mas simples de la vida. Pocos son los que anidan en su alma la pureza de la libertad de hacer lo que es necesario hacer y no lo que se debe hacer.




miércoles, 4 de septiembre de 2013

Kassandra

Kassandra es una artista. Pinta con una sensibilidad increible, me ha mostrado sus creaciones con un entusiasmo enternecedor, paisajes al óleo, animales salvajes, rostros de expresión indefinible, monas lisas peruanas y una infinidad de colores combinados con pasión y esfuerzo.

Kassandra tiene todo lo que le gusta en una mujer a David y lo sabe. Esa mirada desconcertante y distraida, las manos finas y blancas, casi transparentes pues puede contar el número de venas que corren por cada dedo y la piel lisa y tan pálida que da la impresión que una enfermedad está acabando con ella.

Pero sin lugar a dudas, lo que mas le gusta a David, es la genuina extravagancia de Kassandra, esa indiferencia ante las normas sociales y el insolente desacato a la formalidad que es a la vez y en algunos casos, chocante para David, no por falta de respeto sino por la sorpresa que le genera.

Es del oriente, de verdaderos ancestros japoneses, de actitud taciturna y a veces contrariada por alguna nimiedad. Camina de aquí para alla con pasos cortos y mirando al piso, pero cuando pinta su mirada es infinita, perdida y sus manos se convierten en armas que desolan las almas inquietas.

Se ha rapado la mitad de la cabeza y la otra tiene el pelo hirsuto, en puntas pero con una caida suave y dócil. Tiene ojos pequeños y oscuros, casi negros, las mejillas blancas y la nariz pequeña y redonda. La frente se le arruga de vez en cuando y los labios nunca se los pinta pero el rosado de su boca es de catálogo.

El otro día le enseñó a David un texto que lo dejó perplejo, no por el mensaje sino por la calidad y el orden de las palabras que en ese papel había, era una prosa pequeña pero infinitamente tierna y con palabras tan precisas que le dio verguenza, a David, mostrarle la última página de su blog, no había duda que Kassandra era la mujer que siempre soñó que llegaría, la mujer con la que podía conversar horas y horas sin saber que pasaron solo minutos. David sabe eso, Kassandra no, pero debe saberlo.