En medio de la noche pienso en tu nombre y respiro profundamente por el insomnio me había abandonado. Dejo los recuerdos colgados en un aparador lleno de conversaciones sobre tus estúpidos amantes y me abrigo con las palabras que me decías mirándome a los ojos. Eso era suficiente en una mañana de viernes invernal, yo destrozado por no tener el valor de invitarte a salir y tú con ganas de que alguien te escuche. Era simple lo que teníamos, solo mis alucinados pensamientos sobre lo que podría ser y solo tus palabras que debían llegar a un oído comprensivo y silencioso.
Estoy absolutamente seguro de que no te hago falta, pero si supieras lo terriblemente vacío que es un viernes sin ti, no tendrías reparos en volver.