¡Era cierto! Todavía puedo sentir la emoción de mi corazón a punto de enamorarse. Todavía mi piel puede erizarse al ver su sonrisa o recordar sus labios. Mas aún, todavía me puede enternecer la interminable espera hasta escuchar lo que hace una semana pensaba imposible. Sí.
Sí.
Sí. Me arriesgo, lo he pensado y sí.
A pesar de mis desánimos y nuestras diferencias, a pesar de nuestros pasados y tus preguntas veo que algo empieza de forma extraña y feliz. Veo que eres valiente, terriblemente osada y espectacularmente tierna hasta para hacerme esperar por una increíble respuesta.
Te pienso frente al mar, con el viento estropeando tu cabello, sentada sobre mis piernas y rodeada de mis brazos. Te encuentro en los besos húmedos y perfectos, en nuestros primeros pasos tomados de la mano burlándonos de la gente que aparece y que no hace mas que estorbar una felicidad inesperada.
Te beso y siento el sabor del vino rodeado de incertidumbre, no sabemos lo que pasará, no sabemos lo que el tiempo nos muestre, solo tengo la certeza de que eres lo que el tiempo me hizo esperar, lo que el destino me había negado por mucho tiempo y que yo ya había dado por perdido.
Te quiero. Sí. Te quiero, con miedo, con temor de no poder ser todo para ti, con espanto de no estar cuando necesites mis brazos, con pánico de verte solo en recuerdos, pero a pesar de todo, te quiero, conociéndote poco, te quiero. Viendo tus defectos, te quiero y no habrá motivo para hacerme retroceder ante lo que siento pues ya no mando yo. Manda tu sonrisa, mandan tus labios, manda el semáforo en rojo y mandan tus manos que tienen la cicatriz de niña traviesa.
Así pues, entonces no hay lucha mas dificil que la que no se enfrenta, no hay camino mas complicado que el que no se recorre, pues es terrible no verte, no tenerte siempre, pero con lo que nos toca me conformo, pues tus textos solo hacen que mi rutina se encienda de colores que se desprenden del ocaso que presenciamos besándonos frente al mar y a los extraños del acantilado miraflorino.