Feliz cumpleaños Verito. Verito, Verito. Después de tiempo, de mucho tiempo, puedo escribirte sin que se me estruje algún sentimiento reprimido. Me mantenias vivo, azotabas mi mente con un viejo recuerdo que llegaba sin saber por qué ni cómo, aunque tal vez sean las viejas canciones o la terrible soledad que me aquejaba.
Hiciste de una etapa de mi vida un mundo absorto, dependiente de los textos sobre ti, sin tu nombre pues hasta escribirlo me dolía. Ahora el tiempo me ha curado y te escribo para dejar todo atrás, para hacer lo que en un tiempo era más lógico, pasar la página, sin rencores, ni resentimientos, con la pura sinceridad de mi alma sosegada.
Es increíble lo atormentado que vivía y todo eso solo se calmaba cuando escribía, cuando vomitaba palabras desesperadas y ansiosas de que las leas, o cuando exhalaba letras románticas tan bien construidas que merecían un libro. La tormenta pasó querida y sobreviví, a pesar de las heridas que yo mismo abrí, de las cicatrices que yo mismo suturé y de los textos que yo mismo escribí.
Te he visto, a veces de frente, a veces de costado. Una sola conclusión reduje de estos encuentros fugaces: ¡hemos cambiado tanto! Nos merecemos la felicidad que ostentamos, ha sido bien recorrido el camino que nos ha llevado a esto.
Gracias Verito, fuiste la que inspiró mis textos mas ácidos, la culpable también, de románticas palabras que salían de mis venas. Te amé tanto y amo aun algunos recuerdos que ya son intemporales y de los cuales hemos dejado de ser protagonistas, pues ya no somos esos, los de parajes extraños y hermosos, que conjugan los labios clandestinos de un amor falaz.
Disculpa Verito, por importunar, insitir, soñar, volver, amar, besar, escribir, citar, recordar, renegar y entregarme a la absurda idea de que lo que pasó significó un punto infinitésimamente pesado e infinitamente denso que perduraría por siempre como una novela de Gabo.
¿Puede que me equivoque?