Siempre tengo periodos de esos, tanáticos, destructivos, lascivos. Es equivalente a la furia de Aquiles cuando se enteró que murió Patroclo, como cuando los Norteamericanos sufrieron el ataque a Pearl Harbor y reaccionaron con las bombas atómicas. Puedo escapar de ellos solo cuando estoy en lo mas profundo de la destrucción de la conciencia. Estos momentos me vienen sin razón, nunca avisan, de pronto estoy sentado mirando a un punto fijo, pensando en el vacío, escuchando mi corazón que late débil.
Disfruto de ellos. Cuando la depresión me conquista siento viva mi alma. Vulevo a recuerdos viejos y desempolvo miradas cómplices. Evoco playas lejanas y atardeceres fabulosos. ¿Bailar? Ni loco. Pero lo hacía, solo contigo.
Es en ese momento de profunda crisis emocional en el que mis sentidos se atrofian, mi conciencia divaga y mi percepción, sobre lo que es real me engaña, mis ganas desbordan mis deseos. ¿Te busco? No te encuentro. Mejor te pienso, no tengo pierde si lo hago. Nunca te escapas de mi en estos periodos y llegó incluso a pensar que me necesitas.
¿Te deprimes también?
Lástima que mis periodos tanáticos durén tan poco, cuando estaba solo duraban más, ahora no puedo, hay muchas personas que me necesitan.