martes, 25 de abril de 2017

Mi chica.

Tiene los ojos grandes, redondos, que surcan los atardeceres y miran de reojo la felicidad, tan esquiva en su vida. Cafés cuando me miran y cafés oscuros cuando mira al mar. Brillantes y bordeados de un blanco prístino, a veces absurdo, a veces tierno. Su cabello delgado y con olor a flores, se acuesta en su cuello y cae sobre su espalda, que es perfecta para el tatuaje de corona que quiere. Piel blanca, no pálida, blanca. Suave, firme y sensible. Sus mejillas redondeadas precisas para mis besos, acaban en su boca de labios carnosos que saben a ocaso frente al mar, que se pintan de colores vivos, fuccia, azul, rosado, negro, (nunca verdes).

Le gustan las baladas y su voz recita las letras con un encanto indescriptible, canta a susurros detrás de mis oídos y sonríe porque digo que la quiero. A mi chica le gusta un grupito mexicano, de chicos chidos, la entiendo, pero soy rebelde, lo sabes, lo sé y como siempre quedará entre tú y yo.

Tiene las medidas perfectas aunque ella diga que no. Mis brazos la rodean y descansan lentamente en su cintura, mi hombro quepa perfectamente en su cuello cuando me sostiene la mano al conducir. Se ríe constantemente de cualquier cosa, pero cuando ríe conmigo tiene un brillo en los ojos que no se compara con nada. A pesar de las ojeras de las cuales siempre se queja, sus ojos no serían tan hermosos sino fuera por ellas, además, en parte son la prueba de nuestras interminables conversaciones nocturnas.

Le encantan los chocolates princesa, como ella, mi princesa, los devora sin parar, no me hace caso, pues le dije 1 por día y termina comiendo lo que quiere, no importa pues siempre la consentiré en ese capricho.

A mi chica le gustan las palabras que escribo, le fascinan las conexiones de las letras que retratan nuestros momentos o las historias que salen de mi mente.

Yo sé cuando sonríe. Se que sonríe cuando le llega un mensaje mio mientras está en clase, se que sonríe cuando piensa en mi sin decir nada, cuando una canción le trae mis recuerdos cuando come un chocolate princesa, cuando me envía un foto de su sonrisa o cuando le digo que soy un ángel y no me cree.

La quiero. Ya no tengo dudas y lo he confirmado pues empiezo a tener miedo, miedo de que no pueda salir conmigo, miedo de que conosca a alguíen mejor que yo, miedo a que mis tonterías no le den risa. Miedo a que nuevamente me deje en la terrible soledad en la que me encontraba.

Mi chica es un poquito así, un poquito asá, me tiene feliz, somos felices, con el tiempo limitado, con las ganas de extrañarnos, con las palabras alocadas, todo tiene sentido con ella, los pollitos a la brasa con ensalada griega, las papitas servidas por una venezolana, los parques sin bancas de la molina, las cremoladas esperándola, los atardeceres hermosos, los acantilados miraflorinos, las canciones de coincidencia, sus piecesitos en el tablero de artu, los lugares innombrables de la pasión, las botellas de vino semiseco, las heladas latas verdes, las caminatas de la mano, la parrilla sin pechuga, los asientos para dos, las locas que caminan para atrás, las esperas de babooosooo, las congestiones de santa clara, las despedidas dolorosas, los te quiero mas sinceros de mi vida, pero por sobre todo, los semáforos en rojo.

Te quiero Dayane.