martes, 15 de diciembre de 2020

No lo creo!

Nunca pensé que todo esto me llevaría a tomar una decisión tan poco común en mi. ¿He madurado? No lo creo, tal vez sea solo el cansancio emocional, la presión del encierro, el trastoque que la pandemia ha generado en mi. También influyen las responsabilidades que he asumido, a regañadientes, tengo tantas cosas en que pensar, que decidir, que analizar, consecuencias que afectarán mi futuro y el de mi familia y el de otras personas ajenas a mi. ¿He madurado? No lo creo.

Lo cierto es que por alguna extraña razón se me hace sencillo tomar esta decisión y continuar mi camino, es más, forjar un camino en base al análisis de mi realidad y a las consecuencias futuras. No he dejado de sentir, de emocionarme, de librar esa batalla interminable con mis sentimientos, solo al parecer, he encontrado el equilibrio que nunca tuve. ¿He madurado? No lo creo.

Sin embargo y a pesar de todo, entiendo que no he perdido, ni creo que pierda, mi cuota de locura, mi instinto rebelde, esa sensación que frente a una situación me hace actuar de manera tan inesperada e impredecible. Eso me gusta, me descuadra, me sobresalta, me pone intranquilo, que es mi estado natural, siempre persigo la duda y en ocasiones me dejo llevar por la incertidumbre, solo cuando afecta algo que directamente, solo yo puedo solucionar ¿He madurado? I don't think so.

La vida esta hecha para traicionarse, para desdecirse, para ir y venir, para dejar y sujetar, para disfrutarla, para recorrerla y a mi siempre me han gustado los caminos mas difíciles e insospechados, los caminos peligrosos, esos que te llevan a una encrucijada y en la que debo resolver de la manera mas inteligente. La vida siempre será una lotería, una tinka y aunque aún no me gano el premio mayor, he tenido mas suerte de la que esperaba, he recibido mas de lo que he dado, como diría esa señorita del BCP que me llama a cada rato, tengo un saldo positivo en mi tarjeta de la vida. ¿He madurado? No lo creo.

Mi vida siempre ha sido eso, un viaje insospechado, una lucha constante, como estar en una moto acuática a toda velocidad, sin querer parar pero con el riesgo de matarte, con el roció del mar en tu rostro pero a un paso de caerte, pero siempre, siempre, con la sonrisa que no te la quita nadie. ¿He madurado? No lo creo, ni creo que lo haga.