El invierno me gusta. Como la sopa, como el emoliente y como el cigarro. Cuando llueve salgo, a pesar del frío y a pesar del barro. Abrigado, con chalina y con el encendedor en el bolsillo. La gente se apresura, yo camino lento y mirando los pasos apurados. Cuando llego al parque doy vueltas antes de comprar lo que necesito y para regresar tomo un camino distinto.
Estas últimas semanas han sido frías y he estado agobiado por un cansancio físico y mental tremendo. Nunca había tenido ojeras, peor aun se me habían entumecido los dedos y mucho menos se me daba por dormir tanto. Los ojos me dolían y la lectura era imposible. No sé a que se debió todo esto. Pero felizmente ya pasó.
Acabo de regresar de dar un paseo en la niebla de este invierno, volví a sonreir con el apuro de la gente y el parque no ha cambiado en dos semanas. Felizmente aún no acaba este invierno y la lluvia vuelve a caer sobre mi cabeza.