Mis palabras siempre lo dirán todo, mas que mis gestos y mucho mas que mis canciones. Mido a la gente por lo que dicen y por lo hecho después de decirlo. Palabras y acciones. Aquellas personas que cristalicen sus palabras ganan mi respeto, un respeto silencioso pero lleno de admiración.
Es por todo esto que soy muy cuidadoso con mis palabras, las escojo, las medito y luego las vomito por mis dedos o por mi boca. Desprecio la incoherencia, me repugnan los habladores y veo como una gran virtud el silencio. Venero la sabiduría, solo los sabios hablan cuando deben hablar y saben callar hasta en los momentos mas críticos.
Sin embargo, con la persona indicada, disfruto de la charla, gozo escuchando y contando lo que quieren escuchar. Siempre midiendo la importancia de las palabras, una conversación se vuelve amena con la persona correcta.