martes, 11 de septiembre de 2012

Sueño REM


En el insomnio salgo a caminar buscando tus recuerdos. Casi a tientas tropiezo con el pasado pero sigo adelante. De pronto me encuentro otra vez en cama y mirando al techo, en la cama solitaria de la adolescencia y con los olores propios de un onanista. Nuevamente me levanto y descubro mis pasos perdidos y el desastre de mi tropiezo anterior. Miro los escombros casi irreconocibles y trato del salvar algo. Lástima que todo esté perdido, quebrado y hecho añicos, casi polvo.

Nuevamente mirando al techo y con la sensación de que falta poco para ponerme el uniforme e ir al colegio, con la camisa limpia pero fría, con los zapatos lustrados pero de zuelas rotas, con el pantalón plomo y la insignia celeste. Me levanto y veo a mi familia en los quehaceres propios de la mañana-madrugada, mi madre prepara quaquer, mi hermana plancha y mi hermano aún sigue dormido. Me enfrento al sueño e ingreso a la escena, como si no me vieran siguen en lo suyo. Pestañeo y vuelvo a estar sobre la cama.

Mirando al techo siento que tengo un dilema. Lo que me rodea es la sensación despreocupada de la universidad, como si tuviera que ir por cumplir con un contrato social del muchacho que salió del colegio y que debe estudiar algo. Me levanto y me visto con ropa casual, la poca ropa casual que tengo la componen un pantalón corduroy crema, un polo azul y una chompa guinda. De pie no se a donde ir. Estoy indeciso. De pronto entiendo la indesición, aparece Jessika con jean celeste y blusa blanca, me mira y sonrie. Como con una espada, la escena se parte en dos y aparece Verónika, con falda negra, botas y cafarena, me mira y sonrie. A la vez, ambas extienden las manos y yo hago lo mismo. Al parecer esto me atormenta pues un dolor intenso punza mi cabeza, Jessika me susurra la ternura y la paciencia, Veronika me arroja la inspiración y estremece mis ideas. Pienso que las amo y que al final decidí correctamente, son incomparables y distintas. Siento que abrazo a las dos y cerrando los ojos vuelvo a estar acostado y mirando al techo.

En el vacío estoy frente a dios y le digo mirándo a sus ojos, que están por todas partes, ¿existías? El con piedad me abraza y asume me debilidad como suya, no esperaba menos. Siento dentro de mi que debo recriminarle muchas cosas pero su abrazo me sobrecogió y calmó todo en mi, no hay resentimientos. La niebla me envuelve y la frazada fría indica que nuevamente miro al techo.

Como para seguir el juego con curiosidad, me levanto rápidamente y espero que el ambiente se transforme pero no pasa nada, por el contrario todo está oscuro y siento frío. Camino y llego a una puerta, giro la perilla y hay una fiesta, es Lucía, mi hija, disfruta bailando sin ritmo y alocadamente, me siento feliz de verla asi pero todo pasa y de pronto veo la estúpida frazada de tigre y el techo blanco.

Ya no me dan ganas de levantarme pero lo hago por curiosidad. Ahora estoy en un cuarto con una luz blanca, muy blanca y el miedo me embarga, dios mio, tengo miedo, estoy absolutamente devastado y no veo nada, como la niebla la escena aparece, es Lucía nuevamente, esta en la sala de operaciones y veo su sangre y luego su rostro dormido. Mierda. Estoy llorando, arrodillado y sin poder hacer nada, quiero que se acabe, quiero levantarme, no puedo. Quiero salir de esto. Felizmente la niebla vuelve y estoy nuevamente solo, ni siquiera me atrevo a mirar al techo, ya no quiero más pero sé que falta un poco.

Lo de Lucía me dejó terriblemente impactado. Ahora camino en círculos y la sensación es de sosiego. Imagino el mar tranquilo de verano y de pronto estoy en un bote, todo alrededor es agua. Giro la cabeza y un par de brazos piden auxilio, me acerco y veo a mi padre. Lo odio. No siento compasión, siento frustración y un rencor extraño. Tengo un salvavidas y dos remos. No lo vi morir pero me fui. Tal vez lo mas raro que he pensado: mi padre soy yo.

Ahora estoy tendido en la cama y la escena viene a mi, Jessika trabaja en la sala, parece una imagen actual, sentada en la silla recorta unos papeles de colores, repentinamente se pone de pie y camina por el pasadiso de nuestra casa y se cambia frente a mi. No me ve. Admiro su cintura, su piel blanca y un lunar al finalizar su espalda pequeña. Obviamente lo que mas me atrae de ella es su trasero, es perfecto, caderas hermosas y pechos justo del tamaño de mis manos. No hay duda, la amo, la deseo y lo mas importante, la admiro. Me siento orgulloso de ella y espero que se quede conmigo siempre, justo cuando estaba volteando para mirarme todo se desvanece y vuelvo a la cama con la mirada arriba.

Nuevamente acostado, todo ha pasado y siento que veré algo bueno, sin embargo la escena es triste, una chica llora desolada sobre una cama, la conosco, sé su nombre pero no quiero escribirlo. Está inconsolable, abren la puerta e ingresa otra mujer, también esta desnuda y llora, se abrazan, yo empiezo a entender, ingresa una tercera mujer desnuda, pero esta no llora, tiene odio en los ojos y me ha mirado. Se abrazan las tres y me miran a la vez. Me siento basura y ofrezco disculpas, ruego perdón pero ya todo está hecho, como única defensa digo que dije siempre la verdad pero la escena acaba. Lo siento, de veras.

Parece imposible despertar, me vuelvo a poner de pie y una luz tenue me envuelve, es mi cuarto de adolescente, mi viejo librero, mi guitarra, mi escritorio y apuntes por todos lados, en un segundo todos los rostros anteriores aparecen y van desapareciendo con los pestañeos, miro al suelo y dejo que todo acabe, me recesto en mi cama de palos apolillados que cruje al recibirme. Me cubro y duermo agotado por todo el trajín fantaseoso de mis últimos años.

En escencia creo que soy todo esto, traiciones, dudas, miedos y mentiras. No se acaba la vida porque cada día vuelve a empezar y me siento dueño de mi propio destino que se guía por mis decisiones. Soy feliz ejerciendo el libre albedrío que he adoptado por forma de vida. Amo y no me preocupa que me amen, disfruto todo lo que me pasa porque entiendo que cada situación me enseña algo. Soy el hombre mas egoista del mundo pero aun con ello tengo la sincera preocupación por aquellos a quien amo, estén o no estén conmigo.