Siempre te he mirado como ayer, con ojos de mar, con ojos de sol, con ojos de atardecer. Siempre me ha gustado escuchar tu voz oculta entre risas y reniegos, oculta entre mentiras que yo sé y que harán que me aleje sigilosamente. Siempre me ha encantado observar tus pies, amarrados por sandalias que no me gustan o a veces encerrados en zapatillas que combinan perfecto con tus jeans.
Siempre te he dicho palabras que han retratado lo perfecto de la situación, los momentos perfectos, que cada vez son menos por que tu así lo quieres, pero son, al fin y al cabo, nuestros, y así siempre quedarán, en nuestras mentes, y volverán cada vez que nosotros queramos, pues, así no estemos juntos, siempre estaré ahí para ti.
Siempre quise hacerte sonreír, con esa risa natural y sincera, entregada y hasta tierna. Lo hice mucho tiempo, estoy seguro, pero ahora no, no siento que sea suficiente mi felicidad para tu sonrisa y confieso, eso me pone triste, pues a pesar de mi endurecido sentir, nunca quise llegar a sentirme tan vacío e inútil en la tarea de dibujar lo que me enamoró de ti, tu linda sonrisa.
Lo siento, lamento tener que despedirme dando solo señales de humo, lamento tener que irme, pero siempre voy a preferir partir y alejarme a que lo hermoso que teníamos se transforme en un tedio inútil, en un pasaje solitario, en un mar sin sol. No quiero que lentamente destruyamos lo que de la nada se construyó, pues nadie se imaginaba llegar a pasar tanto tiempo juntos. Prefiero que digamos adiós y que si en verdad nos amamos como dijimos tantas veces y tantas tardes, sea ese amor que nos enseñe a ser los mismo, juntos o separados, pero los mismos.