lunes, 6 de mayo de 2013

Tucta

Allá por el año dos mil dos trabajé para mi prima. Ella tenía una tienda de autopartes, en realidad la tienda era de su pareja pero los dos administraban el negocio. Yo llamaba gente mientras aprendía sobre como polarizar, instalar alarmas a los autos y colocar seguros a los faros. En realidad me pasaba todo el día pensando en Jessika porque desde la avenida Canadá se podía ver el atardecer tras la vía expresa y luego del atardecer tenía que ir a recogerla, así que me aseaba a las siete de la noche en punto para llegar a tiempo.

No sé cuando llegó, solo sé que cuando yo vine no estaba ahi pues en la tienda solo eramos tres, mi prima, su novio y yo. Un día mientras me aseaba para recoger a Jessika lo ví utilizando mi jabón. Me miró y sin decir nada dejó el jabón en su sitio. Al día siguiente todos lo llamaban Tucta, como si siempre hubiese trabajado ahi, incluso, sentía que le tenían mas confianza que a mi y eso me ponía algo celoso.

Tucta era un serrano, fácil que venía de Ayacucho o de Puno, tenía chapas en los cachetes, el pelo trinchudo, era enano y casi no pronunciaba palabra alguna. No nos hicimos amigos, nos saludabamos y casi nunca hablamos. Él se dedicaba a moldear el fierro para hacer seguros de faros, ganaba mas que yo y eso me daba mas envidia.

Donde estará Tucta hoy, no creo reconocerlo perfectamente y él seguro no se acordará de mi, los dos meses que convivimos en el trabajo no fueron suficientes para entablar una amistad, espero todo le esté yendo bien.