martes, 22 de marzo de 2011

Mi Compañera


Jessika es, sin duda, la mujer de mi vida. Tuvo la valentía de darme una hija y permitir que la ayude a criarla. Es tan tolerante que soporta mis niñerías y egoismos. Se acuesta todas las noches conmigo y me besa tiernamente. Todas las mañanas nos damos un beso al despedirnos y al salir por la puerta ya la extraño. En el trabajo me llama al celular para decirme que me ama. Al llegar a casa me abraza y me da otro tierno beso. Todos los días me pregunta si he comido bien, si le respondo que no, no duda en dejar lo que está haciendo y corre a la cocina a preparme algo sabroso. Cuando me ve triste me consuela con una sonrisa, cuando estoy alegre comparte mi alegría y me abraza. A veces reniego y ella es paciente. Si me grita es porque tengo culpa de algo y prefiero mantenerme callado, si yo la grito es porque estoy loco e inmediatamente la conciencia me remuerde. Cuida mis intereses y me aconseja mejor que el padre que no tuve. Me ayuda en el trabajo aun cuando le digo que no es necesario, plancha mis camisas con una ternura increible y lava mi ropa con alegría. Ella me coquetea con ronroneos de gatita, sabe que eso me hace reir y lo hace a propósito para disfrutar de mis carcajadas. Ve los programas de televisión que a mi me gustan solo por complacerme y escucha mi música tratando de entenderme. Cuando estoy enfermo me atiende como una madre, limpia mi frente y coloca un paño frío. En las noches de pasión se entrega como la primera vez, arrebata la tranquilidad del silencio; llena de euforia, carga contra mi como un enemigo que va hacia la batalla sin más armas que su desnudez. Luego me acaricia mientras pienso en lo feliz que me hace. Toco su cuerpo y se mueve como si mis manos quemaran. Toda ella es entrega sin reservas. Busca los momentos propicios para darme malas noticias y siempre evita exagerar. Espera mis consejos y trata de cumplirlos mientras no vayan en contra de sus preceptos, los cuales muchas veces olvida por mi culpa. Cuando salimos, me pregunta que ropa debe usar, acepta mis peticiones y es feliz cuando le digo que esta hermosa. Siempre es una dama esperando que yo le recoja el pañuelo. Si alguna vez llego tarde se impacienta y al recibirme me abraza desesperada, luego muy molesta me reclama por qué no la llamé. Miente a veces, pero sus mentiras resultan beneficosas para mi o para mi hija. Siempre esta dispuesta a esperarme las horas o minutos que me demore. La amo, estoy seguro, no sé si meresca una mujer tan increible como Jessika pero trato de estar a la altura de su amor incondicional. Gracias reina por amarme tanto. Te amo.