jueves, 3 de marzo de 2011

Working Class Hero...

El trabajo. A pocos días de regresar a la escuela para enseñar Historia, se me vino a la mente hacer un recuento minucioso de todos los trabajos que he realizado. Todo con el ánimo de guardar estos recuerdos en la mente de los que lean estas líneas ya que mi memoria empieza a fallar frente a la realidad tormentosa de eventos sucedidos.

Ayudante en una tienda de abarrotes.
Mi primer trabajo. Tenía solo 8 o 9 años, no quería que mi madre ni nadie de mi familia se enterara que yo ayudaba al abarrotero de la esquina por 5 soles diarios. Eran las vacaciones y yo estaba aún en la primaria. Me levantaba temprano, luego de que mis padres se habían ido a trabajar y mis hermanos a estudiar, corría hacia el mercado y me presentaba con mis dos jefes, "el Chino" y "la Meche". El trabajo era solo acomodar bolsas de arroz y suplir a cualquiera de los jefes cuando tengan algo que hacer, ese era mi momento preferido, miraba a todos lados y si no había nadie cerca cogía los embutidos y los devoraba con ferocidad, luego antes de irme, pasaba mi mano por la cajita del sencillo y tomaba 5 o 10 soles. Terminaba mi trabajo al medio día. Corría a mi casa a contar mis monedas que luego gastaba en dulces.

Vendedor de agua en el Cementerio
Fue un trabajo eventual, solo lo hacía el 1ro de noviembre, día de los muertos, mi casa queda a 10 cuadras del cementerio más grande de sudamérica, en Villa  María del Triunfo. La idea se le ocurrió a mi primo Elvis, junto a un grupo de chiquillos de 9 o 10 años juntamos botellas de plástico y las llenabamos con agua, caminábamos hasta el cementerio y ofrecíamos el agua en las tumbas con gente. La plata llegaba rápido, en media hora cada uno tenía 10 soles, asi que juntabamos más botellas y las volvíamos a llenar, vendíamos el agua rápido, hasta se pelaban por que se la llevemos a su muertito. Todo el día ganabamos de 70 a 100 soles, lástima que solo era un día al año.

Cuidador de autos en San Isidro
Mi madre vendía alcachofas en la avenida conquistadores, cerca al óvalo gutierrez, tenía un triciclo verde repleto de alcachofas frente a un restaurante, toda la tarde se estacionaban carros lujosos al lado del triciclo y mi madre me obligaba a decirle a los choferes "señor, le cuido el carro", los dueños no me respondían nada y se metían al restaurante, al rato salían y mi madre, nuevamente, me obligaba a acercarme, al mirarme los dueños me regalaban unas monedas. Pronto aprendí a vencer a verguenza y lo hacía solo, todo se lo daba a mi madre. No me gustaba esa forma de ganar dinero, prefería vender agua, porque era mi propio jefe y ganaba más.

Repartidor de periódicos
Luego de largo tiempo tuve otro trabajo, ya en secundaría, mi madre me preguntó si quería trabajar en un puesto de periódicos, era verano, asi que acepté. Recuerdo mi primer día, fue traumatizante. Me tuve que levantar a las 4 de la mañana, viajar en combi media hora y recibir de una mujer solo una instrucción: "sigue al abuelo y anota todas las direcciones en las que deja un periódico". El abuelo tenía unos 90 años y nunca vi a nadie manejar tan bien la bicicleta, cogió un grupo de periódicos y los puso sobre la bicicleta y a rodar. Toda ma mañana, de 5 a 9 me la pasé corriendo detrás del anciano, con un lapicero y un cartón, anotando números y calles, los primeros días fueron difíciles, el abuelo hacía distintas rutas, yo las memorizaba. En una semana ya tenía bien grabadas las calles y los números, solo faltaban los periódicos, sin embargo estaba harto del trabajo, me cansaba demasiado, seguir al abuelo a pie y mirar como el viejo sonreia al verme sudar era demasiado. Una semana después fui directo a la dueña y le dije que no seguiría trabajando con el abuelo. Ella me dijo "muy bien, el abuelo no vendrá más, la ruta es solo tuya". Todo empeoró, tenía que llevar los periódicos solo, a pie y con algunas dudas sobre que periódico dejar en cada casa. Al día siguiente todo cambió, la señora me entregó una bicileta, no era la del anciano, era aún mas vieja, idéntica a la de Jaimito el cartero. Me subí y no volví a bajar, todo se hizo más fácil, podía silvar mientras repartía los periódicos y manejaba tan rápido que terminaba el trabajo mucho antes de la hora de salida, me iba a una rampa cerca  a la playa a disfrutar de la bicicleta de jaimito el cartero, conocí otros repartidores, adolescentes como yo y todos juntos íbamos a la rampa. Fui feliz en ese trabajo hasta que acabó el verano. Tuve que regresar al colegio y renuncié, recomendé a mi hermano mayor para el trabajo pero solo duró 2 semanas, no pude regresar el próximo verano porque ya tenían otro repartidor.

Ayudante de datero
Fue el primer trabajo que hacía ad-honorem, osea no cobraba nada, lo hacía por el mero gusto de ayudar. Cuando trabajé de repartidor conocí a un datero, esperaba a los carros y les gritaba unos números, el cobrador le lanzaba una moneda que el recogía con dificultad porque era cojo. Un día me preguntó sin conocerme si quería ser su ayudante, si le dije, por pena, pásame las monedas que me tiran, dijo, ya, dije. Nunca me pagó nada pero me quedaba con él varias horas, le pasaba las monedas y él se quedaba sentado, cuando acabó el verano y renuncié pensé mucho en él, ahora quien iba a ayudarlo. Me dio mucha pena.

Cobrador de Coaster o "custer"
Trabajé solo un día como cobrador, en la primera vuelta el chofer me acuso indirectamente de robarme parte de lo cobrado. Fue horrible, me enfrenté al brabucón, no creyó que cobraba lo justo y se atrevió a rebuscarme los bolsillos. Prometí nunca más trabajar de cobrador.

Ayudante de vendedor de Frutas
Aparte de ser alcohólico, mi padre fue vendedor de frutas en el callao, yo había ingresado a la universidad y en el verano de mi primer año mi padre me obligó a acompañarlo a su trabajo, aduciendo que necesitaba un ayudante porque el triciclo que empujaba era demasiado pesado. Otra vez, levantarse a las 4 de la mañana, ir al mercado de frutas de la parada y luego hacia el callao, empujar un tricilo de media tonelada por todas las calles chalacas y gritar el nombre de las frutas más baratas. No me gustaba hablar con mi padre, lo notaba hipócrita, siempre daba consejos como el dalai lama pero le pegaba a mi madre y a mis hermanas y eso era sufieciente para detestarlo de por vida. Odié ese verano.

Jalador de Autoboutique
Pasé todo un verano dedicado a esto, con un fierro en la mano me paraba en medio de la pista llamando a que los autos se cuadren en mi vereda. El negocio era de mi prima, salía muerto, el sol me quemaba toda la piel, los almuerzos sabían a fierro, no había descansos, pero llegó a gustarme porque en la soledad de la pista tenía tiempo para pensar, me gustaba pensar, justa al atardecer, cuando el sol se ocultaba, mi hora preferida. No aprendí nada en este trabajo, la paga era poca pero me alcanzaba para lo básico, trago y chicas.

Luego de pasar por todos estos trabajos, decidí solo aceptar trabajos que me convenían, pero que eran más aburridos que los anteriores, tal vez más adelante cuente mis aventuras como, profesor de academia, como locutor de radio y como profesor de colegio.