Ya se había escuchado en el pueblo algunos rumores sobre un hombre de tamaño descomunal que era capaz de sacar un árbol de raiz y de cruzar un río caudaloso de un salto haciendo remecer las tierras cercanas. Hasta las mujeres bromeaban sobre el tamaño de su miembro y la satisfacción que podía ser capaz de brindar.
Se había dicho que sus gritos erizaban las piel hasta del mas valiente. Sin embargo nadie lo había escuchado. Cuando alguien hablaba sobre él, siempre lo hacía con una voz de miedo pero sin embargo nunca los datos fueron exactos. Murmuraban de sobremanera alrededor de sus actos y nunca había concenso acerca de su verdadero tamaño. Algunos decían que superaba el tamaño de los pinos, otros que con un salto alcanzaba la cúspide de un cerro sin embargo todo se quedaba en suposiciones.
Un campesino juró verlo llevarse dos vacas de su ganado, una en cada brazo. Otro dijo que sus pisadas habían destruido su cosecha. Lo único cierto es que nadie se había topado de frente con Eliseo, todos escuchaban los rumores y los repetían muchas veces e incluso exageraban.
Cierta vez, en una fiesta del pueblo se escucharon truenos que no fueron acompañados de lluvía y alguien dijo que el gigante trabajaba como herrero. En otra ocación el río trajo todos los peces muertos y la gente supuso que Eliseo había caido al agua aplastandolos a todos.
Muchas veces fueron crueles con las palabras, hasta que alguien se compadeció e hizo evidente la soledad de Eliseo. Todos entendieron que el gigante siempre estaba solo pero aun asi nadie se atrevió a buscarlo para conocerle. A partir de entonces su recuerdo estubo ligado al miedo y a la compasión. Eliseo, según los pobladores, estaba condenado a vivir solo pues nadie se atrevería a visitarlo por el temor que todos los rumores habían generado.
La vida es cruel, Eliseo no es un gigante y todos los rumores son una patraña. Eliseo es un hombre normal, cuya estatura no difiere del hombre promedio, su único error fue vivir cerca de un pueblo de enanos que nunca vieron la realidad.