Facundo atraviesa sus recuerdos y es feliz cuando ella era feliz. Cuando vagaban frente al mar depositando besos acanallados pues todo era una mentira que él quiso sea verdad. Al despertar solo le quedó la realidad, una realidad tranquila y conmovedora, a veces inquieta pero feliz.
La felicidad lo ronda, pero él la esquiva. Quiere darse el lujo de entristecer aplazando el sufrimiento del amor distante y doloroso. Sabe que ella dejó de estar a su alcance y ya no responde sus palabras. Entonces desvaría frente al ilógico y agónico sentimiento que aún guarda con mucho cariño y ya con poca discresión.
Nada le importa más que romper la letanía del tiempo. Burlar las horas que no lo obedecen cuando quiere que pasen mas rápido. Disfruta de la soledad de una canción triste que trae viejos recuerdos y espera paciente que llegue el momento de partir.
Pero Facundo oculta algo. Esconde su paciente esperanza de reencontrarse con la contradicción que otrora lo atormentó para exprimir su talento de contar historias. Oculta voluntariamente un sentimiento que no merece darse a conocer por lo ruin de su destinatario. Mientras tanto finge olvidar, finge no sentir pálpitos al escuchar sobre ella, miente cuando se hace pensar a si mismo que ya no la recuerda.
Mientras tanto seguirá feliz, hasta encontrar el momento indicado que tal vez sea hoy, mañana o en un año, o quizás en cincuenta años. Mas eso no le importa pues ha convivido con sentimientos tan absurdos como oscuros que lo que viene será cosa fácil.
Ahora camina buscando la conciencia que perdió sin saber que ya no es capaz de recuperarla pues vive en un sueño en donde cada recuerdo es un escenario real y cada pensamiento inventado se vuelve palpable en aquella mente confusa que dice las verdades conbinadas con patrañas.
