El primer semestre la universidad no llevé tantos cursos como pensaba asi que tenía bastante tiempo libre. En esa época recibí una invitación del antiguo cordinador de la academia Saco Oliveros (donde estudié) para postular nuevamente a la Universidad San Marcos y tentar un lugar meritorio que haga ganar publicidad a la academia.
La invitación era libre, yo asistiría a las clases de la tarde y en la mañana seguiría en la universidad. Todo gratis. Asi que empecé a asistir a las clases de la tarde. Era raro, los profesores me conocían y hablaban de mi como alumno libre, todos me miraban, en especial una niña de quince años (yo tenía 18, pero me sentía mucho mayor que ella).
Cada cambio de hora ella se me acercaba y me preguntaba cosas sobre la universidad, yo respondía con voz de experimentado y con el paso de los días nos hicimos amigos. Ella todavía seguía en el colegio, estaba en quinto de secundaria y su mamá la había matriculado en la tarde con la intención de que ingrese a la universidad a estudiar medicina. Kelly sonreia todo el tiempo, cuando volteaba a consultarme algo que no entendía lo hacía con una sonrisa, cuando nos despediamos lo hacía con una sonrisa y cada vez que se acercaba a mi lo hacía sonriendo.
Nunca intenté nada con ella pues me parecía una niña, pero cuando me hablaba veía en sus ojos al amor. Sus manos cogiendo el lápiz y el borrador me hacían guiños, cada vez que me tocaba las manos, yo sudaba intensamente y al despedirse con un beso su olor se me quedaba toda la noche.
Salía apresurado de la universidad y llegaba corriendo a las clases, cuando llegaba al salón ella volteaba y me miraba sonriendo. Kelly era una niña tan tierna que su presencia en mi vida dejó una nueva forma de ver el amor. A solas, pensaba en ella y llegaba a la simple conclusión que éramos la pareja perfecta, debíamos estar juntos asi que tomé la desición de decirle lo que sentía y tenía la seguridad de que ella me aceptaría como su enamorado.
Al día siguiente llegué temprano y esperé paciente en el balcón. No llegó. Al otro día, tampoco, asumí que estaba enferma, no tenía como comunicarme con ella, asi que solo quedaba esperar. Tercer día tampoco. Todos me preguntaban por Kelly y yo era quien menos sabía. No apareció más.
Todas las tardes la esperé, hasta hoy sueño verla nuevamente en San Juan de Miraflores. Pasaron meses y me retiré de la academia porque empecé a enseñar, daba seminarios y ella ya no estaba para sonreirme. Nadie la volvió a ver. No existió nada mas tierno en mi vida que su sonrisa que aun hoy, luego de diez años, es tan nítida como entonces.
A veces estoy en el carro y de pronto creo verla caminar por una vereda, sé que no es ella pues la veo igual, con la misma sonrisa y con un lápiz y un cuaderno en los brazos. Mi amor por ella está intacto, lúcido y perenne, seguro la vida volverá a ponerla junto a mi, solo espero darme cuenta de ello.