En navidad siempre me he sentido raro, extraño, como caminando sobre arenas movedizas. Como si viniera de otro planeta, tengo sentimientos extraños, de nostalgia por una niñez que en estas épocas no fue buena. Contrariado por la sensibilidad del mundo y por la hipocresía que hay por doquier. Asqueado por la doble moral de los que ayudan para que los demás los vean. Hipnotizado por la bondad que sale de lo impensado, de una acción verdaderamente noble, de un abrazo sincero y de un "te quiero" que no espera respuesta.
En esta época me conmueve mi propio ser enajenado, mi incapacidad de empatía y mis curiosas ganas de ver a los demás felices. Siempre tendré miedo de la cena y cuando el silencio llegue me esconderé en la soledad de mi cuarto.
Hoy es 24 de diciembre y ver a Jessika y a Lucía felices es mi navidad, es mi nacimiento y mi arbolito, con ellas no tengo ningún temor y ya no me siento extraño, ahora encajo como anillo al dedo, como chocolate y panetón, como arbolito y nacimiento.