Tocando el suelo para advertir tus pasos como un vagabundo que pega la oreja en los rieles del tren para ver si está cerca o lejos. Oliendo el aire como un conejo que estira los bigotes para advertir el peligro y huir lo mas pronto posible ante el menor movimiento. O tal vez picoteando el suelo sin cesar para tentar a la suerte de encontrar un gusanillo o algún grano disperso entre la árida chacra, como una gallina que quiere alimentar a sus polluelos. Así. Así me pongo cuando te espero aunque sé que no llegarás y sin perder la esperanza toco, olfateo y picoteo la realidad que me sobrepasa.
Anoto en listas interminables las esperanzas que guardé durante años y con la mano que escribo también borro algunos pasajes que deben ser olvidados como aquel en el que a bofetadas querías que dijera lo que querias escuchar.