El fuego quemaba todo a su paso, la casa ardía frente a los ojos atónitos de Lucía y Armando, no había agua, no había tierra y si hubiese ellos no harían nada. Todos los malos recuerdos se quemaban también, las peleas, los golpes y las ofensas mutuas. Los bomberos nunca llegaron, nadie los llamó. La cama, el escritorio, el ropero, el armario, la repisa, el librero, todo lo inflamable ardía al rojo vivo. Pasaron las horas y el fuego se extinguió, sus parapados se cerraron por última vez y al abrirse estaban mirando al otro lado de la calle.
Sin rumbo vagaron en la noche, sin palabras caminaban lentamente, ausentes de esperanzas y con la feliz sensación de haber echado al fuego todo el tormentoso pasado de sus vidas.
El camino se terminó al amancer y se encontraron nuevamente frente a las cenizas de su pasado, no había donde ir, se miraron friamente y decidieron separarse. Ambos sabían que era la mejor desición, sus vidas eran demasiado distintas, con tantas diferencias como para hacer de la convivencia un infierno.
Lucía regresó a la casa de sus padres. Armando alquiló un cuartucho con una cama y un colchón húmedo.
Lucía se encerró en su cuarto de adolescente y raramente pensó en Armando, recordó cuando se conocieron, no era amor ni desesperanza, era mas bien, un repaso de su vida. Recordaba mirando al techo su primer beso en un bus de camino a chosica. Su primer encuentro a solas, su matrimonio, la fiesta, los momentos felices. Todo terminó y ahora tenía que empezar de nuevo. Sabía como hacerlo, solo habría que retomar todo lo que abandonó por él.
Él intentaba dormir en la vieja cama del cuartucho alquilado, volteaba a la derecha, a la izquierda, boca abajo o boca arriba, sus ojos no se cerraban, solo cuando la noche llegó nuevamente durmió. Durmió profundamente y tuvo un sueño. En el sueño Lucía y él eran felices, compartían la cama, bebían vino y jugaban al scrable. Ella corría por la casa, él la perseguía, ella reía sin parar y él imitaba a un mono.
De pronto Lucía salió de la casa y dentro del sueño recordó la separación, se vio solo frente al mar y volteó para buscar a su mujer. Corrió hasta agotarse y no encontró lo que buscaba. Sus pasos desesperados lo llevaron a un abismo y vió el cadaver de una mujer. Armando se tiró pensando que buscaría a Lucía a donde fuese, no importa si es en otra vida. No importa aún que la otra vida solo sea una quimera de la imaginación de sus ancestros.