jueves, 7 de junio de 2012

El soldado muerto

En el fragor de la batalla, los cuerpos se estremecen. Mientras las armas caen, el viento sopla suavemente y el silencio empieza. El general ordena con las manos, ¡adelante! Los soldados obedecen y con furia se lanzan sobre el enemigo.

Los disparos a discreción, acaban por enterrarse en los cuerpos opuestos. Los ojos saltones de un soldado se dirigen hacia mi. Apunta y fuego. En el suelo puedo ver aun, nos atacan, son mas que nosotros, estamos perdidos.

Nadie se da cuenta que aun vivo. Pisan mi cuerpo, me quitan el fusil y las balas pero yo no siento nada, solo veo. El fuego no tiene alto. Las balas me rozan pero el dolor no me ataca. Creo que ya estoy muerto pero veo. Los cuerpos caen de ambos bandos y mi general no se da por vencido.

Las balas cesan poco a poco, como lo dije, hemos perdido. Lo sé porque solo el enemigo dispara, ahora rematan, amarran cuchillos a sus fusiles y clavan a los moribundos. Alguien se acerca, agita las manos con su fusil y golpea mi cuerpo hundiendo varias veces para asegurarse. Sigo viendo. No hay dolor, nunca lo hubo. Tal vez sea porque la bala me dio en el cuello. El mismo hombre cierra mis ojos con sus manos y todo se acaba.

Al final de la batalla el saldo se cuenta en manchas de sangre, en gritos lastimeros y en fosas que cavar. El silencio es regla nuevamente y los cuerpos estremecidos yacen enterrados y olvidados.