viernes, 26 de octubre de 2018

Princesa de Piedras


Anacronicamente, dos jóvenes perdidos en los límites del amor, en el desierto de la duda, entre seguir amándose a escondidas o continuar con su destino.

Él como siempre dominado por el miedo y la incertidumbre, ella desolada por no poder enfrentar una decisión que al final no tomó.

El tiempo le ha dicho que en esos años la amó mas que a nada, mas que a todo y no supo decírselo. Además, como se sabe por filosofía elemental, el amor no desaparece, solo descansa en las viejas canciones aguardando a oírlas en una tarde tranquila como esta. También esta en los textos olvidados que esperan por un lector que entienda lo que a su vida corresponde.


La besé, si la besé, y otra vez me sumergí en el mundo que había creado yo antes, ese mundo de sueños y promesas incumplidas, promesas que siempre buscaron una solución razonable, pero para nosotros no existía la razón, encuentros furtivos en calles desconocidas, lugares prohibidos para personas como nosotros, pero aun así los recorrimos juntos, mientras la besaba todo eso volvió a mi cabeza, las miradas con las que empezamos el juego de pupilas. El mar estaba confuso, no sabía reconocer que era lo que tenía en frente. ¿Qué eran ellos?, pero él los acogió y decidió seguir siendo cómplice de sus besos, cantando junto a las olas, acompañaban a estos participantes de la vida complicada. En ese lapso de tiempo que estábamos los tres juntos, yo la convertí en princesa y la adorné con piedras que el mar me regalaba a cambio de darle  una posición noble, lo nombré mi escudero, y te llamé “Princesa de piedras”, mientras te adornaba jugabas con mis labios, y estos obedecían el movimiento de los tuyos como simples vasallos, puedes hacer con ellos lo que quieras, siempre estarán a tu disposición, al igual que mi voluntad. Un Caballero se debe a su princesa y te convertiste en ella.