sábado, 16 de abril de 2011

DÍA DIEZ: Urgencia

Necesito licor. Estoy débil pero lo necesito, se lo pedí a Manuela pero no me quiso dar ni un sorbito. Maldita sea. No quiero estar aquí, no quiero curarme, quiero volver a tomar cuando yo quiera, quiero gastarme todo lo que tengo con tal de estar ebrio e inconsiente. Mirar a las personas con un ojo cerrado y no tener ningún pudor, eso es libertad para mi. Quiera llegar a mi casa y que todos huyan de mi presencia, que sientan el miedo de antaño, que mis hijos se escondan y que Lucha me enfrente para demostrarle a punta de golpes quien es el que manda.

La mafia no me quiere ver, no tengo nada de valor que ofrecerles, malditos sean. Escaparé hoy, gritaré hasta que me liberen. No puede ser, mis ojos explotan, veo en el espejo unos ojos amarillos, el agua no me calma ya, hace unos días tenia tanta sed de licor que tome agua hasta que no pude más. Detesto este lugar, veo gente triste, como yo, quiero correr pero no tengo energías, eso es lo peor, todo esto ocurre en mi mente, basta una enefermera para guiarme en este momento, soy un zombie.

En un escenario ideal estaría frente a una mesa de villar apostando el dinero que gané en el día mientras Lucha espera afuera, yo tomo cerveza sin control luego llegamos a casa y la golpeo, me duermo y al día siguiente pediré mi desayuno como si nada hubiese pasado.

En mi peor escenario me encuentro en este lugar, sin fuerzas, buscando licor, desesperado por las ansias, pero sin energías por las pastillas.

Ahora entiendo, las pastillas calman las ansias dicen los doctores, pero ellos no tienen el problema, no experimentan, las pastillas no calman las ansias de licor, te debilitan al punto de convertirte en un zombie pero internamente mi pensamiento sigue tan lúcido que mi cerebro no se cansa de idear formas de conseguir licor y de renegar de mi existencia.