A veces me aferro tanto a los recuerdos que me atrapan sin soltarme cuando ya pasó la tormenta. Cuando intento colocarte piedrecillas sobre la frente no encuentro mis manos pero estoy ahi, como un espectador solitario. De pronto te levantas estropeando todo y es como si la realidad te golpeara de frente, te quedas sin respuesta y aceptas lo que te viene como el cordero de Abraham.
Luego camino de tu mano sin que te des cuenta, me llevas a tu mundo del que intentas huir conmigo pero al voltear yo ya no estoy, ante eso solo sigues caminando y te resiganas al amor que se te ofrece bajo el signo del arrepentimiento y de la falsa promesa de la reinvención.
Mientras la vida te arrebata el asombro y la nostalgia te envuelve cada tarde, paso frente a ti sin que lo notes, estoy en el atardecer que oculta al sol como un cristiano sus pecados, estoy en la canción que escuchas por casualidad y que te detiene para mirar al vacío. También estoy en las cosas que no ves porque te has resignado a la realidad y vives sin sorpresas, sin incertidumbres que despojen tus verdaderos sentimientos.
En el camino encontraste respuestas que te fui dejando, una impronta que te guiaba hacia la verdad que no es tuya ni mia, un rastro que ahora recojo para borrar posibilidades que ahora te deben resultar absurdas pero que en algún momento creiste maravillosas. Sin dudar asumes el rol otorgado por tus decisiones y ni siquiera tienes tiempo de arrepentirte porque los acontecimientos, como una vorágine, te aplastan. En esos momentos te llamé pero no me oiste, gritaba tu nombre sin que lo notaras, pero la vida también me acomodó a un ladito de la felicidad y cuando quise reaccionar hice un esfuerzo mudo.
Cuando el agua caía sobre tu piel, te observaba con un asombro imperturbable, como el enigma de un problema apunto de resolver. Tu cabello mojado y para atrás, se deslizaba a propósito en mis manos, el agua hacía que cerraras los ojos y yo mudo, torpe y absorto por la humedad recorriendo tus senos y absolutamente todos tus cosenos. Cada gota que cayó al piso recorrió nuestros cuerpos, mi mente trataba de ubicar un espacio perpetuo para todos mis aciertos y mis torpezas. Poseida descubriste el vacío infinito, mis pasos se quedaron en la pista de baile pues eso fue suficiente.
A veces, en tus rezos, me aparesco, te muestro la alegría, el desparpajo y me quedo contigo. Te doy la dicha de ser un recuerdo pasajero que consideras mas de lo que pretendes. Justo ahí, en esos momentos, me voy, hoy, con todo esto detrás, tu recuerdo voluntariamente imborrable y feliz, lo detengo para que se acomode sin hacer daño. Al fin encontró su lugar dentro de mi, después de asolar mi alma y desplomar mi orgullo, se quedó en el mundo ideal de Platón, en el camino de la serpiente, en noviembre, en el túnel circular del pasado.