Ahora estoy tranquilo, creo que tantas pastillas han debilitado mi cuerpo tanto que no me quedan ganas de desear algo, mi mente tampoco responde, no quiero pensar. Solo tengo el recuerdo de mis hijas. Son las únicas que me apoyan.
El licor se ha ido. Manuela me apoya y creo que ella también cambia. Espero acabar pronto con este encierro, aunque no creo estar preparado para enfrentarme al mundo solo. Buscaré la aceptación de mi familia, no será facil pero lo haré.
Cuando estoy solo, que es la mayor parte del tiempo, pienso en una vida feliz, viendo a mis nietos jugar en el parque, saludar a mis hijos con la frente en alto y preguntarles como estan sin temor a que me rechacen. Eso se cumplirá. Por ahora solo me queda esperar y seguir en este lugar que empieza a agradrme o tal vez sea la costumbre y la resignación de no poder escapar.
He tenido un sueño recurrente en este encierro. Sueño un desierto, no estoy ahi, solo un inmenso desierto y la luna en vez del sol. Curioso pero se ha repetido tres veces.