Encontróse el niño topo frente a la entrada de la pequeña cueva que usaba como vivienda. Percatose de una luz tenue al fondo de su madriguera y temió lo peor.
Si tenía nombre el niño topo, nadie lo sabía, ni él recordaba como le decía su madre. Cuando preguntaban sobre su origen todos miraban al cielo y recordaban la primera vez que lo vieron durmiendo en su guarida del suelo pedregoso y frío.
"Niño topo irás a la escuela", le dijo alguien. Y el niño topo ya esperaba el primer día de clases.
Concentróse nuestro personaje en una afición. Escribir. Díjole el profesor Álvaro "niño topo escribe, escribe sin descanzo, escribe sin descanzo y con tezón".
Resumióse la vida del niño topo en trabajar de día, estudiar de tarde y escribir de noche. De mañana, muy temprano vendía velas en el cementerio, en la tarde sentábase delante del profesor Álvaro y lo escuchaba atentamente.
Por las noches y con la plata ganada en el cementerio compraba más velas, pero esta vez para su uso personal.
Su guarida tenía espacio solo para una pequeña mesa, una silla y para él. Escribiendo pasaba la noche en vela, escribia sobre la vida, sobre la calle, sobre el amor y sobre una tal Marcela que cada vez más lejana estaba.
"Niño topo, no dejes la vela encendida". Nunca hacía caso, ni al profesor Álvaro quien era su mejor consejero. Las noches y los días lo trataban con fiereza, sus huesos crecían, su piel se estiraba y su mente... su mente... va! El niño topo solo quería escribir, no quería crecer, detestaba tener que agacharse para ingresar a su cueva. Terriblemente afectado por el paso del tiempo y sin el Profesor Álvaro para que le diga que hacer, el niño topo partió.
En el camino, encontróse frente al mundo desolado por el desprecio a lo querido y por la indiferencia ante el desvalido, se paró frente al puente que atravezaba un río e hizo un recuento de su vida.
Niño topo adiós. Escribiste y te gustó, tus escritos los llevaste contigo y el agua del río se encargó de destruirlos, tal vez no merecían que los lean, pensaste.
Niño topo adiós, la vela de tu madriguera seguirá encendida y la silla extrañará tu humanidad, la mesa extrañará tu codo y el papel la presión de tu lápiz.
Niño topo adiós y que el mundo indiferente y desquiciado no te traiga nuevamente y ojalá que camines por lugares de esperanza, que traspases las fronteras de la muerte y que burles al tiempo.
Vagarás por dunas de estrepitoso silencio...